El camino del tiempo

¿Alguna vez se preguntaron si el tiempo también va hacia atrás? o ¿Por qué siempre estamos pendientes de lo que vendrá? ¿Cuándo comienza y cuándo finaliza? ¿Qué lo determina?
Personalmente, nunca me cuestioné por qué el tiempo sigue la dirección cronológica hacia adelante, es algo que di por hecho y me ajusté a ello sin renegar demasiado. Un día me desperté, estaba en Italia, tenía 30 años y tuve, por un pequeñísimo instante, la sensación de que no sabía dónde estaba o cómo había llegado hasta allí… así es el tiempo… se va escurriendo y no lo vemos, hasta que se hace notar. Tuve que responderme en voz alta que ese momento se trataba del presente, que yo había decidido mudarme a ese lugar unos meses antes y que efectivamente eso estaba sucediendo en el aquí y ahora. 

Durante la migración, según los relatos que escucho y de acuerdo a mi experiencia, es muy común que al menos durante el primer momento, sintamos que el tiempo transcurre solo para nosotros, pensamos en el tiempo que invierto en encontrar una casa, el tiempo que pasa hasta que empiezo un trabajo, el tiempo que sucede hasta que tengo los papeles en regla, el tiempo que me lleva armar un círculo social, etc. Si a esto le sumamos las emociones fluctuantes y lo nuevo que hay para descubrir todos los días, el primer año pasó y en un abrir y cerrar de ojos estamos viviendo en otro país!  

Por supuesto que estos sucesos relativos, depende mucho de cómo estamos emocionalmente, de que nos llevó a migrar y de los sucesos que nos atraviesan a cada uno. Hay para quienes el primer año pasa volando y otros para quienes tienen que sostenerse bien fuerte para seguir.

La realidad es, que ese año, también pasó para quienes están en el país de origen y asi también los años que vendrán. Esta sensación puede apreciarse mucho cuando vamos de visita y percibimos que hay algo que ya no es igual. Estamos en el mismo lugar, con la misma gente, pero cada uno vivió experiencias que quizás hicieron que cambien de parecer, que pueden haber suavizado sus rasgos de carácter o al contrario, volver sus formas más toscas.
La mayoría de las veces, al migrar nuestra mente está dividida en dos, por un lado está centrada en el porvenir, hay ansiedades sobre lo incierto, sobre lo desconocido y lo que vendrá eventualmente, ya sea que nos propongamos su búsqueda, o no. Y, por otro lado, también estará pendiente de lo que se dejó.  Pero debemos pensar que los días van a pasar, uno tras otro consecutivamente, por lo tanto, aquello que estamos esperando, así como también lo que no, lo azaroso, arribará de todas formas y lo que dejamos atrás está, existe aún, pero más lejano.
Mientras tanto… vivir.
Ocurre algo curioso con la distancia y el tiempo… Un dia nos despertamos y tomamos conciencia del paso del tiempo, pero no hablo de que no teníamos conocimiento de que los años pasan, hablo de ver más arrugas en nuestros padres, más altura en los niños y vivir a lo lejos sucesos y acontecimientos que antes apreciabamos o llorábamos de cerca. 

La distancia, por su parte, es la misma, se mantiene, aunque a veces parece mucho más, y el tiempo sigue su curso todos los días aunque a veces no lo veamos. En ese tiempo también crecen las ganas de abrazar a la familia, de oler nuestra tierra y saborear nuestra comida preferida. 

Hay otro tiempo, sin embargo, que va a otro ritmo, siguiendo el reloj de nuestro inconsciente,y es el tiempo psíquico. En psicoanálisis, distinguimos entre la realidad fáctica y la realidad psíquica, es decir, dos temporalidades que no siempre se van a corresponder, especialmente en el fenómeno migratorio. 

Migrar es mudarse, irse, instalarse en otro lado, ocurre en el mismo tiempo “real” , cronológico para todos, mientras que la transformación que se produce en nuestra identidad sigue los tiempos psíquicos, únicos, subjetivos.

Sacar el boleto, viajar, encontrar una nueva casa para habitar, aún no estamos migrando! porque nuestra psiquis suele arribar un poco después y allí entra en juego la singularidad, es decir, el tiempo de cada uno. Es así que la realidad fáctica sigue una temporalidad cronológica, mientras que la realidad psíquica se continúa en una diacronía totalmente particular y única.
No podemos vivir totalmente pendientes del paso del tiempo, pero si ser conscientes de lo que significa para nosotros que dicho tiempo transcurra, 

Abracemos lo que nos sucede en el presente, analicemos el pasado pero no para estacionarse allí, sino para construir futuro, para hacer algo con ese tiempo que parece que sigue su curso solo, tomemoslo, hagamos uso de él.

Vayamos paso a paso, demosle tiempo al tiempo para que podamos asimilar lo que vamos haciendo en el camino, vivamos!

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