Tanto siendo llevada por mi familia como eligiendo irme, siempre estuve en
movimiento. Si hay algo que me caracteriza es el moverme de un lugar a otro, el
mudarme, cambiar de ciudades, de casas, de amigos… siempre adaptándome.
Para algunos puede sonar emocionante, para otros agotador o hasta abrumador. Lo
cierto es que yo no me pregunté cómo se sentía hasta que no empecé a viajar sola,
a realizar este movimiento por mi cuenta, como consecuencia de mis elecciones.
Ser migrada es moverse por otros, a causa de otros, así fue durante toda mi
infancia, pero hasta cuando sería movida por otros? ¿Cuándo empezarían a ser mis
decisiones las que me moverían? Mis motivaciones, mis búsquedas y ya no las de
un otro…
Mudarse, migrar implica dejar un lugar y empezar nuevamente en otro, mientras que
viajar implica movimiento fluido, sin decidir el establecerse en un lugar. Yo armaba
una maleta y con ella, una vida. Habitaba cada lugar, vivía, lo hacía mío y después
llegaba el momento de irse.
Soy una persona con una gran habilidad para adaptarse, lo sé, lo siento y me lo
confirma cada persona que conozco y cada uno de mis familiares, pero soy buena
para quedarme? ¿que se necesita para hacerlo? Antes que nada, coraje, luego
perseverancia, flexibilidad y aprender a gestionar las emociones que se nos
presentan.
De ser migrada a migrar, de ser llevada a decidir. Desde los 6 años me mudo o “me
mudan”con mi familia. Mudarse es cambiar, es justamente “mudar” como la palabra
lo indica. Cambiarse de muda es dejar algo para ponerse otra cosa. Esa otra
cosa puede ser elegida o no.
La importancia de decidir, de elegir, de abrazar ese lugar, es inmensa. Al decidir
por cuenta propia el motor es el deseo, comandando, en el mejor de los casos, el
viaje hacia lo que elegimos. Puede que esa elección nos lleve hacia lo que
estábamos esperando o no, pero de eso se trata, de la responsabilidad que implica,
de hacernos cargo de nuestro deseo.
Poner en palabras es una práctica que no solo me gusta, sino que creo que ordena
y alivia. Encontrar los términos que designan a nuestras emociones, que le ponen
nombre a aquello que nos pasa puede a veces resultar frustrante, pero a la vez
forma parte del ser conscientes de aquello que nos aqueja. Y una vez dicho, una
vez escuchado, ya no podemos hacer como que no está ahí. Se hace presente y
debemos lidiar con ello, aceptándolo.
Es importante acompañar a quienes son movidos en las migraciones de los adultos
y poder hacer una separación de nuestros deseos de los de los otros al
momento de decidir migrar por tu cuenta. Ya sea que seamos llevados por otros por
ser niños o por circunstancias de la vida, o que seamos nosotros los que elijamos
irnos, armamos una vida, somos seres maleables, nos adaptamos, construimos
vínculos, relaciones con el lugar y el entorno que nos rodea, para algunos es más
fácil que para otros, pero de eso se trata, de hacer algo con la situación en la que
estamos, construir sobre esa base y reorientarse hacia lo que deseamos.
Hoy, después de la experiencia vivida y aprendida,sigo eligiendo el movimiento, la
migración, pero con otro orden, con otra estructura y con otro deseo, el mío.
Migrante soy, migrante me siento y migrante seré aun si decido volver al origen,
porque esa experiencia se quedó conmigo.